Conchita y Eli
(Cuidadora profesional)

La historia de Conchita es increíble. Con 89 años tiene mejor memoria que yo.

La historia de Conchita es increíble. Con 89 años tiene mejor memoria que yo. Pianista y violinista desde niña, ha sido una mujer cultísima toda su vida. Hija única, perdió a su padre con 13 años. Ella lo dice bien, soy hija única, sobrina única y nieta única. Todos los miembros de su familia eran mayores que ella. No tuvo hijos. Así que cuando murió su marido Salvador, con el que estuvo casada 66 años, se quedó absolutamente sola en el mundo.

Estando en el hospital cuando su marido estaba muy mal, una doctora iba a verla todos los días. Para verla a ella, para preguntarle cómo estaba. Porque sabía que estaba sola y eso le preocupaba mucho.

Cuando volvió a casa se encontró sola y mayor. Entonces le preguntó a un vecino por alguien de confianza. Y así vine yo a trabajar con ella.

También la Asociación de Amigos de los Mayores, gracias a una trabajadora social que hizo seguimiento de su caso y se preocupó por ella, le asignó una voluntaria. Rosi viene una vez por semana para darle únicamente apoyo emocional porque detectaron que era lo que necesitaba. Porque si algo tiene Conchita es un imán para atraer a las buenas personas porque ella es una gran persona.

Conchita dice que ahora tiene amigas. Y una nueva familia.

Siempre le digo que no se muera, que no puede dejarme sin trabajo, y nos reímos. Nos gastamos bromas, le digo que le voy a preparar un chupito, y le hago un café. Con cafeína. También le preparo claras con cerveza sin alcohol y cuando está bien del azúcar le doy una tartita.

Ahora casi no oye, y ve muy poco. Ya no puede salir sola a la calle, por eso por las mañanas hacemos recados. Vamos al banco, a la peluquería. Pero también nos vamos de excursión, vamos a comer juntas al restaurante y a centros comerciales a comprar cosas. Hace poco quiso comprarse un “tupper” como llama ella a la Tablet. Nos hacemos selfies y las vamos viendo. También le bajo fotos de las ciudades a las que viajó de más joven y ella me cuenta cosas. Viajamos juntas con sus recuerdos.

Le tomo la tensión, le compruebo los niveles de azúcar y el estado de su corazón cada semana. Soy su enfermera, pero sobre todo, su amiga. Nos gusta sentarnos y escuchar sus historias. Es una gran narradora. Fíjate, nació en 1927 en Barcelona, vivió en una casa modernista, rodeada de músicos y artistas, la de historias que puede contar.

La trabajadora social también llama una vez al mes, a ver cómo está Conchita, para saber si está bien acompañada. Hay demasiada gente mayor que está sola. Eso es muy triste.

Cuando me voy, le dejo la comida preparada. A veces le preparo palomitas para que vea una película por la tarde y así el día siguiente me la cuente. Los fines de semana también la llamo para ver cómo está y recordarle que se tiene que tomar su medicación. Me preocupo por ella. Una amiga siempre me dice que trabajo demasiado con el corazón y que saldré lastimada. Pero yo no le hago caso, aunque sé que a veces debería distanciarme un poco pensando en mi propia salud.

Yo he luchado mucho para conseguir un trabajo de farmacéutica. Ahora, después de 10 años, he conseguido uno los fines de semana. Y sé que podría empezar a trabajar más horas, entre semana. Pero, ¿cómo voy a dejar de cuidar a Conchita? Ahora yo soy parte de su vida, al igual que ella es parte de la mía.

Conoce las experiencias de cuidadores familiares y profesionales que cada día trabajan para mejorar la calidad de vida de las personas dependientes.


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