Ya hace seis meses desde aquel trágico día en que un derrame cerebral puso en riesgo la vida de mi madre y, a pesar de la gravedad de su condición, ha logrado una recuperación física casi total. Después de quedar inmovilizada de sus extremidades izquierdas y con problemas de lenguaje, hoy, a sus setenta y cinco años, está de nuevo en pie. El camino aún es largo, pues los recuerdos y las habilidades olvidadas regresan lentamente. Para mí es un verdadero ejemplo de vida y es un placer estar a su lado. Mi hermosa madre no está sola, su hijo la acompaña con mucho gusto.

Gracias, LINDOR AUSONIA, por inyectar ánimo. Realmente se necesita, ya que cada día es diferente. Sé de antemano que la vida de mi madre no volverá a ser como en un pasado, más aún reconozco y acepto que poco a poco habrá un deterioro en su salud mental. Mi labor es investigar y aprender para estar a su lado de una manera cordial y tolerante. El proceso inicia y es probable que sea largo, pero quiero hacerlo con mucho amor y dedicación.

En México no se cuenta con un respaldo que ayude a una persona que cuida a un adulto mayor, y la información es precaria. Los servicios médicos y de psicología rechazan a este tipo de pacientes. En ocasiones, tengo la impresión de que para ellos es una pérdida de tiempo. Hoy, sin soporte alguno, estoy dispuesto a ser mejor por amor a mi madre. Y sí, en efecto, no solo la salud del paciente se ve comprometida, la propia también. El aislamiento y la falta de oportunidades laborales hacen de esta labor un camino muy difícil de transitar. El poco entendimiento de la familia hace que éstos se alejen, provocando con esto desunión y discordias que muy poco abonan para la mejoría del familiar dependiente. Todo esto se debe manejar sin dañar más a quien se encuentra vulnerable. Espero que esta labor me sirva para ayudar a quienes pasan por este difícil momento. Por ahora mi dedicación es por completo para ella, mi hermosa madre.

Gracias LINDOR AUSONIA por la labor altruista, ya que nunca somos conscientes de pasar por algo así hasta que se vive en carne propia.