España ocupa el séptimo lugar en el ranking mundial de países con más longevidad solo por detrás de Japón. Esto significa que la sanidad, en los próximos años, deberá afrontar de una forma u otra el aumento de pacientes crónicos o dependientes teniendo en cuenta diferentes retos: La necesidad de aumentar la cartera de servicios sanitarios, mantener su calidad de vida y gestionar el gasto económico de una manera eficiente.
La cuestión es ¿cómo lo afrontaremos?
En la actualidad, la gestión del gasto en entornos económicos desfavorables, pasa muchas veces disminuir el uso o comprar productos fungibles más económicos, con la intención de alargar el presupuesto dedicado todo el tiempo que sea posible. Y éste, en parte es un razonamiento aceptable: nadie quiere eliminar puestos de trabajo, reducir plazas residenciales o escatimar en medicaciones. Pero a la larga todos sabemos que comprar barato suele salir caro y, en este caso además impacta directamente en el servicio asistencial prestado a los pacientes institucionalizados y por lo tanto en su calidad de vida.